La Nueva España
TREVÍN, ARISTÓTELES Y GROUCHO
La sucia espuma política nos aleja de los argumentos centrales y de atender a la conexión entre lo que pasa y la experiencia histórica. La obsequiosidad de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, hacia Donald Trump no es un trance acaramelado: de una parte, es un intento por evitar el fraccionamiento de la Alianza Atlántica y, a la vez, el eco de una dependencia fundacional, porque los Estados Unidos han aportado siempre más a lo que fue la de Inglaterra, Francia o Holanda. Y es un hecho que, hasta ahora, el artículo 5 del Tratado solo ha sido invocado una vez, cuando el ataque contra las Torres Gemelas en el año 2001. Desde abril de 1949, la OTAN ha sido una de las coaliciones más atinadas de la historia, con los tanques soviéticos a las puertas de la vieja Europa. Cayó el muro de Berlín. Todo eso algo tiene que ver con nuestra libertad. Ahora, como se ha visto en la cumbre de la OTAN en La Haya, mientras Putin bombardea Ucrania y China se hace con una marina de guerra potentísima, lo que ocurre es que el inquilino de la Casa Blanca es un ser pendenciero, ajeno a los usos diplomáticos, un ego paquidérmico con tretas de niño malo. Eso incomoda a la mayoría de socios europeos de la OTAN, pero la prioridad no es enfrentarse a Apesta todo en la trama corrupta del PSOE que el partido quiere limitar al trío tóxico pese a que eso, lo de que todo se reducía a tres sinvergüenzas y todo lo demás en el partido socialista es transparencia, honradez y dedicación extrema al bien común no se lo cree ya nadie y cuando escribo nadie me atrevo a incluir incluso a Pilar Alegría. No se sabe hasta dónde llegarán las revelaciones pero a día de hoy hasta Cercas, que ya se desengañó con la ley de amnistía, daba un paso más y negaba en «El País» la legitimidad de Sánchez para seguir gobernando después de haber tenido durante todo su mandato dos secretarios de organización que están ahora uno imputado y el otro en la cárcel. Apesta lo que ocurre en el PSOE, pero también da mucho asco la respuesta de sus socios, que demuestra que cuando hicieron caer a Rajoy no fue en modo alguno por su santo rechazo a la corrupción, como tanto han repetido. Lo negociaron todo Trump sino preservar la OTAN, porque las tesis sobre el fin de la historia eran ilusorias y la guerra siempre será guerra, con arcabuces o con drones. El primer deber de un Estado es proteger a sus ciudadanos de amenazas exteriores. Por eso los líderes europeos –en general– suspiran y confían en que algún día haya otro presidente norteamericano, más tratable. Aun así, saben que hay que elevar su aportación a los presupuestos de la OTAN. Todo eso pesa más que los ademanes con Santos, que se empeña, siguiendo el ejemplo o tal vez la estrategia marcada por él mismo que mandaba en el PSOE hasta extremos insospechados, en negar su corrupción y agarrarse al lawfare. Y ahora el PNV y Junts están cabreados y sin norte pero su reacción es esclarecedora. Fíjense si hirientemente desdeñosos de Trump o la versión maniquea de Europa que propala su vicepresidente. Es un componente actual de la Casa Blanca, pero hubo otro con el plan del general Marshall y con Dean Acheson y su impulso a la OTAN. Si nos retrotraemos al Congreso de Viena, que intentó recomponer los destrozos de la era napoleónica, lo que importan no son los bailes ni el libertinaje sistemático sino los resultados. Siglos después, Europa tiene un sistema institucional, una Unión Europea a veces bizantina pero que ya cuenta con 27 socios y vienen más: no hubo efecto Brexit. Luuk Van Middelaar subraya que el origen de un orden político europeo es un devenir lento, entre crisis y dramas. Hay una desproporción enorme entre la instantaneidad de un clic en el teclado de un trader y el largo proceso legislativo de 27 países. Lo mismo podría decirse del sistema decisorio: es todo lo contrario de una república presidencial. Eso hace muy moroso decidir en materia de defensa y seguridad. La OTAN ha vivido no pocas crisis, pero lo cierto es que sigue ahí y el pacto de Varsovia no. Quedan Putin, el terrorismo y el enigma chino. ¿Para qué la OTAN? A pesar de todo, los Estados Unidos y Europa se necesitan mutuamente. ■ mandaba Santos que Puigdemont no se conforma con Zapatero y quiere alguien con verdadero poder en el PSOE para hacer ejecutar sus exigencias. No lo digo yo, lo ha dicho él mismo, poniendo en evidencia que toda la legislatura de Sánchez se construyó sobre lo negociado por un fulano con muchísimo poder, carente de escrúpulo alguno y capaz de prometer de todo con tal de encumbrar a su jefe sí, pero que paralelamente y gracias a ese poder se enriqueció presuntamente de forma escandalosa, amparando su enriquecimiento ilícito, precisamente en el proyecto político de mantener a Sánchez en el poder a cualquier precio. Independentistas derechazas vascos y catalanes se retratan y dejan claro que la corrupción a ellos les importa lo justito para mantener al único que les garantizará sus privilegios, atado de pies y manos como lo tienen. ■ Ahora que Antonio Trevín anuncia su retirada definitiva de la vida pública, uno se pregunta cómo retratar a un animal político en el sentido aristotélico: alcalde y concejal, presidente, gobernador y diputado; gestor orgulloso de las Asturias de dentro y de fuera, muñidor de alianzas, conversador incansable... Y portador de un parecido más que razonable con Groucho Marx. Y no solo en el aspecto físico. Si Aristóteles decía que el ser humano es un nacido para la vida en sociedad, Groucho podría haber añadido, con su habitual sarcasmo, que la política es a menudo el arte de sobrevivir entre absurdos y contradicciones. De algún modo, Trevín ha encarnado ambas visiones: ha habitado la política como espacio natural, sin renunciar nunca a una cierta distancia irónica. Como aristotélico, su carrera ha sido un ejemplo de compromiso sereno. Su mejor arma ha sido, sigue siendo, la palabra: esa capacidad de escuchar, de argumentar sin alzar la voz, de acercar posturas. Como Aristóteles, creyó en la política como herramienta para mejorar la vida en común. Pero pervive en él también un toque «marxista»: un sentido del humor que le ayudó a relativizar los momentos más tensos. Hoy se despide de la vida pública un hombre que entendió que se puede ejercer la política con dignidad, con sensatez, e incluso aderezarla con una pizca de humor. Entre Aristóteles y Groucho Marx, aliados insospechados, Antonio Trevín deja un legado de compromiso sin estridencias y humanidad sin disfraces. Y eso, en los tiempos que corren, es cosa poco frecuente. ■. Seguir leyendo
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